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jueves, 29 de agosto de 2013
7 razones para rechazar un proyecto arquitectónico
Por: Mariana Villavicencio
Así como un cliente tiene toda la libertad para contratar a quien quiera, también los arquitectos podemos declinar una oferta que no nos conviene. A continuación algunos de los motivos para decir 'NO':
Falta de competencia. Es un grave error aceptar un proyecto que parcial o totalmente incluye un área que se desconoce. Ser inexperto y actuar como experto puede tener repercusiones desastrosas. Es mejor proponer soluciones, como subcontratar o recomendar a un colega.
Disgusto por el proyecto. Si la propuesta va contra la filosofía o ética del profesionista, no parece suficientemente interesante, se sale del giro manejado o simplemente la idea en general no es agradable, es mejor no tomarlo. Cierto, ¿a quién no le gusta el trabajo constante? y ¿quién no necesita dinero?, pero finalmente un proyecto demanda atención, tiempo, personal y energía. ¿Por qué no dejar disponibles estos recursos para algo mejor?. A veces es mejor tener paciencia que aceptar lo primero que se tiene enfrente. Además, parte de ser profesional es trabajar por convicción, pasión y vocación, no sólo por motivos económicos.
Previas malas experiencias. Cuando se tiene conocimiento de que un cliente es moroso, deshonesto, irrespetuoso, intolerante (hablando de cosas razonables) o que simplemente no se ajusta a nuestro modo de trabajo, lo mejor es rechazar la oferta por muy buena que parezca. Sentimientos como desmotivación, estrés, angustia y enojo causan fallas en la calidad y en el servicio. No es que se haga intencionalmente, pero sabemos que las cosas nunca salen mejor que cuando se trabaja a gusto.
Mala paga. Estar abierto a negociar el presupuesto está perfecto, pero ojo con bajarse demasiado con tal de obtener el trabajo, porque, o la ganancia para el arquitecto puede ser nula, o de plano se termina poniendo dinero. En estos casos, lo mejor es explicar al cliente la razón de los precios de los conceptos y si en realidad no puede solventarlo, dar soluciones para reducir costos donde sea posible, como colocar piso de porcelanato en lugar de mármol. Finalmente, el objetivo de todo arquitecto es vivir bien de su profesión, y si el trabajo no es remunerable, mejor no hacerlo.
Falta de tiempo. No se puede abarcar todo, por mucho que se quiera. Si no se puede tener la dedicación requerida para un proyecto puede hablarse con el cliente sobre postergar su obra en lo que se tiene mayor disponibilidad. Este puede acceder o llamar a otro arquitecto, pero de cualquier modo se gana, porque no te expones a que la situación te sobrepase y haya consecuencias graves.
Familiares. Depende mucho de la relación que se tenga, pero en general no es buena idea mezclar familia con trabajo, pues cualquier desacuerdo o molestia se extiende más allá de lo laboral y los conflictos pueden hacerse más grandes de lo que son por el sentimiento existente. Incluso muchas personas esperan recibir servicios gratis por el solo hecho de llamar a "alguien de la familia".
Distancia. Si no se cuenta con los medios para desplazarse a la zona del proyecto es mala idea comprometerse, pues este depende de atención constante e incluso personal. Si la distancia conlleva una gran pérdida de tiempo o incluso cambio de residencia temporal está de pensarse.
En resumen, más vale rechazar una oferta que dejar clientes inconformes que puedan dar futuras malas referencias.
La simple idea de decir 'NO' puede sonar atemorizante, pero realmente el cliente más allá de ofenderse apreciará la honestidad tras la negativa, la cual debe estar bien sustentada para no sonar como excusa.
De cualquier forma, lo ideal, a excepción del tercer punto, es dejar la puerta abierta a futuras colaboraciones, tras una conversación educada y amable, donde más que quedarse con el 'NO', el cliente recuerde a una persona sincera que se toma su trabajo muy en serio.
Falta de competencia. Es un grave error aceptar un proyecto que parcial o totalmente incluye un área que se desconoce. Ser inexperto y actuar como experto puede tener repercusiones desastrosas. Es mejor proponer soluciones, como subcontratar o recomendar a un colega.
Disgusto por el proyecto. Si la propuesta va contra la filosofía o ética del profesionista, no parece suficientemente interesante, se sale del giro manejado o simplemente la idea en general no es agradable, es mejor no tomarlo. Cierto, ¿a quién no le gusta el trabajo constante? y ¿quién no necesita dinero?, pero finalmente un proyecto demanda atención, tiempo, personal y energía. ¿Por qué no dejar disponibles estos recursos para algo mejor?. A veces es mejor tener paciencia que aceptar lo primero que se tiene enfrente. Además, parte de ser profesional es trabajar por convicción, pasión y vocación, no sólo por motivos económicos.
Previas malas experiencias. Cuando se tiene conocimiento de que un cliente es moroso, deshonesto, irrespetuoso, intolerante (hablando de cosas razonables) o que simplemente no se ajusta a nuestro modo de trabajo, lo mejor es rechazar la oferta por muy buena que parezca. Sentimientos como desmotivación, estrés, angustia y enojo causan fallas en la calidad y en el servicio. No es que se haga intencionalmente, pero sabemos que las cosas nunca salen mejor que cuando se trabaja a gusto.
Mala paga. Estar abierto a negociar el presupuesto está perfecto, pero ojo con bajarse demasiado con tal de obtener el trabajo, porque, o la ganancia para el arquitecto puede ser nula, o de plano se termina poniendo dinero. En estos casos, lo mejor es explicar al cliente la razón de los precios de los conceptos y si en realidad no puede solventarlo, dar soluciones para reducir costos donde sea posible, como colocar piso de porcelanato en lugar de mármol. Finalmente, el objetivo de todo arquitecto es vivir bien de su profesión, y si el trabajo no es remunerable, mejor no hacerlo.
Falta de tiempo. No se puede abarcar todo, por mucho que se quiera. Si no se puede tener la dedicación requerida para un proyecto puede hablarse con el cliente sobre postergar su obra en lo que se tiene mayor disponibilidad. Este puede acceder o llamar a otro arquitecto, pero de cualquier modo se gana, porque no te expones a que la situación te sobrepase y haya consecuencias graves.
Familiares. Depende mucho de la relación que se tenga, pero en general no es buena idea mezclar familia con trabajo, pues cualquier desacuerdo o molestia se extiende más allá de lo laboral y los conflictos pueden hacerse más grandes de lo que son por el sentimiento existente. Incluso muchas personas esperan recibir servicios gratis por el solo hecho de llamar a "alguien de la familia".
Distancia. Si no se cuenta con los medios para desplazarse a la zona del proyecto es mala idea comprometerse, pues este depende de atención constante e incluso personal. Si la distancia conlleva una gran pérdida de tiempo o incluso cambio de residencia temporal está de pensarse.
En resumen, más vale rechazar una oferta que dejar clientes inconformes que puedan dar futuras malas referencias.
La simple idea de decir 'NO' puede sonar atemorizante, pero realmente el cliente más allá de ofenderse apreciará la honestidad tras la negativa, la cual debe estar bien sustentada para no sonar como excusa.
De cualquier forma, lo ideal, a excepción del tercer punto, es dejar la puerta abierta a futuras colaboraciones, tras una conversación educada y amable, donde más que quedarse con el 'NO', el cliente recuerde a una persona sincera que se toma su trabajo muy en serio.
Etiquetas:Arquitectura,Interés
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